Estoy de vuelta con muchas ganas de contaros todo lo nuevo y de todas las reflexiones que he tenido sobre estos días de desconexión y reconexión conmigo.
He tenido momentos de todo tipo. He estado con la menstruación molestándome un poquito desde el minuto cero en el que empecé mis vacaciones, al igual que una gripe que aún sigue tras de mi dándome el por saco correspondiente y recordándome que la vida siempre te pone esas piedrecitas que te hacen el camino más incómodo pero no por ello menos agradable.
El viaje a Pamplona, Valle de Baztán, Francia, alrededores y a la Sierra de Madrid ha sido un viaje reparador. Ha sido para darme cuenta de hasta qué punto estaba metida en la acción y no tanto en mi centro. Qué fácil es perderlo y cuánto cuesta recuperarlo.
He necesitado dos semanas para procesar hasta qué punto me había yo misma perjudicado sin mantener mis rutinas de meditación, práctica de yoga y de cuidado personal. Estaba tan sumergida en el trabajo, en mi peque y en lo justo que me daba para la casa y el ocio… que me había olvidado completamente de mantener mi equilibrio.
Y tengo que deciros que a día de hoy, tras este proceso de abrir ojos desde la calma y tranquilidad, me pronuncio y reafirmo en que sin salud mental, no vamos a ninguna parte.
Y de esto mismo puedo hablaros tras recibir la triste noticia de que el amor platónico del instituto, aquél por el que mi corazón palpitaba de adolescente, aquel beso que nunca se dio pero que fue bonito mientras la amistad nos unió… nos faltó hace unos días. La muerte es algo que aún no gestiono de buena manera y cuando aparece en seres que han sido o son importantes para mí me entristece durante muchos muchos días. Sumergiéndome en recuerdos y en miradas cómplices que sólo con 14, 15 o 16 años entendíamos. Y es que, esta personita con un corazón enorme no tuvo buena vida. La adicción y las malas compañías estaban tan presentes en su vida que se convirtió en otra persona. No sé si me da más pena su cambio o su muerte ya que me puedo hacer una idea de lo mucho que tuvo que sufrir, tanto él como las personas que tenía al lado.
Este tema me toca profundamente el corazón, porque aunque obviamente la víctima de todo es quien padece el problema, la familia lo sufre desde el lado más incomprensible, más alentador, más impotente…. el lado del querer ayudar y no poder. Viendo consumirse a la persona que posiblemente más quieras en el mundo, siendo un hijo, un hermano, o una persona al que siempre has tenido cariño y aprecio.
Y este tema me toca a nivel personal. De cerca veo la adicción, el cambio, la destrucción y la desesperanza de un familiar al que amo y que desgraciadamente no puedo ayudar. Porque son ellos quienes han de poner remedio a sus problemas, aunque nosotros estemos aquí cuando ese cambio se quiera iniciar. El problema de esto es que, lamentablemente el giro tiene que ser de 180 grados y eso en personas que han sufrido a nivel mental y que su cabeza trabaja con dificultad, es muy complicado. Personas que tienen que empezar de cero dejando atrás compañías, hábitos y gesitonar con gran esfuerzo no recaer, que es todo un desafío.
Por eso, en edad adulta es tan difícil poder hacer algo al respecto. Y me hierve la sangre cuando la gente ajena a este tipo de problemas dan su opinión sin tener ni idea, de hacer un juicio poco valorado sobre la actitud y comportamiento de familiares y amigos. Cuando realmente tenemos que procesar un duelo que no queremos y nos desgasta a nivel emocional y mental. Un duelo que se ha de hacer aunque no se quiera. Un duelo que si no se realiza a tiempo, la consecuencia es la destrucción de personas mayores que están para que les cuiden y no para cuidar.
Estas personas tienen dos caras. La cara más triste y bondadosa de querer realmente estar bien. El que te llora, te pide ayuda y te hace que crezca la pena más grande de tu vida, acariciándote a través del recuerdo y del amor. Y luego está la cara de manipulación, mentira y toxicidad que te va destruyendo lenta y dolorosamente.
Nunca juzguemos sin saber. No hagamos daño a conciencia. No hagamos comentarios fuera de lugar. Nunca sabemos la batalla que la otra persona está lidiando.
Así que, sí, terminan mis vacaciones con dos grandes reflexiones:
Lo importante que es cuidarse a todos los niveles y no perder la estabilidad mental y emocional. Escuchando al cuerpo y viajando hacia dentro cada día. Porque es un trabajo diario.
La tristeza es lo que está más presente en estos días y me hace pensar en lo importante que es poder disfrutar cada instante. Porque ya nunca recuperaremos esa inocencia adolescente, esos besos nunca dados, esas miradas cómplices, esas mariposas en el estómago, esa pasión loca y desgarradora.Pero sí habrán nuevos momentos, nuevas sonrisas, nuevas miradas cómplices, nuevas etapas… acariciando la madurez, la vejez… y observando el tiempo pasar. Con los nuestros, con amor, con ilusión, con cuidado y con más sabiduría. Cuidándonos cada día.
Así que, el mantra que me grabo a fuego esta semana es:
“No pierdo mi centro, abrazo mi tristeza”
¿Cuál es la valoración que le das a tu verano?
¿Cuál es la principal reflexión que te llevas?
¿Has mantenido tu centro?
¿Consideras que quieres hacer nuevos cambios? ¿cuáles?
¿Necesitas más vacaciones? mírate esto.
Ya tenía ganas de estar por aquí, Y el caso es que aunque las vacaciones son necesarias e importantes, he de reconocer que desde que me dedico a lo que amo, soy feliz de volver a la rutina.
Este Septiembre está cargadito de cosas nuevas… de invitados súper top en el podcast. De nuevas cositas para Zenvibes Studio, de nuevos talleres, sesiones de coaching y ¡muchas sorpresas!
Mientras tanto, nos estrenamos hoy Domingo con una invitada que me encanta. Ella es Begoña del Campo, Psicóloga especializada en Neurociencia. Una pasada de podcast en el que hablamos sobre el papel que juega la Espiritualidad, Física Cuántica y Ego en terapia.
Espero que lo gocéis tanto como lo hice yo.
¡Nos vemos en Zenvibes Studio!
También podéis escribirme lo que queráis a través de mi Instagram ;)
¡Os abrazo fuerte!