Los miedos nos paralizan. Son el primer motivo para obstaculizar cualquier iniciativa que tengamos. Es la principal emoción que nos deja sin margen para maniobrar. La única emoción que nos corta y para en seco.
Si lo pensamos, el Miedo surge en muchísimos escenarios de nuestra vida. Cualquier mínima razón puede generarnos miedo: al conflicto, a la incertidumbre, a la soledad, a la muerte, a la vida… ¿qué hacemos o cómo gestionamos esta emoción cuando viene a visitarnos?
Lo primero y principal es observarla. La saludamos cuando llega y nos quedamos analizando el motivo por el que nuestro estómago se encoge y comienza a temblar. Buscamos la razón que nos conduce a estar de ese modo y nos ponemos a pensar en las consecuencias que cada acción o situación nos puede traer.
Si está en nuestra mano paralizar ese miedo porque es peor la consecuencia que el remedio… pues ya tenemos la respuesta. Pero si el riesgo o las probabilidades son mínimas, ¿por qué no probar y ver qué es lo que ocurre?
Hay muchas frases típicas que te dice la gente y que las incorporamos o las ofrecemos como si fuesen pipas, sin darles ningún valor. Tales como “La vida es para vivirla”, “Si tienes miedo hazlo con miedo”, “No dejes que nada ni nadie te paralice”… todo eso está genial y es muy bonito, pero díselo a alguien que realmente tiene miedo a algo en concreto. Que empieza a sudar, a marearse, a temblar, a no poder articular palabra, a llorar… Es complejo y nada agradable.
En el email anterior os comenté una frase que para mi ha tenido mucho sentido estos días y que me dijo el otro día mi madre: “Si un problema tiene solución, no es un problema. Y si no lo tiene, tampoco porque no podemos hacer nada”.
Hace algunos años me aventuré a coger un avión que aterrizaba en uno de los aeropuertos más peligrosos del mundo. ¡Yo! que tengo miedo a volar. Mi corazón ardía en miles de pensamientos. No dormí nada aquella noche, lloré a mares, no podía ni respirar pensando en que tenía que volar a ese aeropuerto al día siguiente. ¿Por qué motivo lo hice? Ese avión me llevaba a las faldas de la montaña más increíble del planeta: El Everest. Me esperaba un trekking hacia su campo base, con la majestuosidad que la naturaleza puede ofrecernos. Una experiencia de las que no se olvidan, de la que te calan hasta los huesos y te hace cambiar de perspectiva en cuanto pisas tierra allí.
La gente, los niños, las aldeas, los ochomiles, el Himalaya, abrazándote a cada paso y suspiro que das cuando te plantas equipada y dispuesta a saborear cada kilómetro andado.
No os niego que tuve miedo al coger el avión, que tuve miedo al aterrizar, que tuve mucho más miedo cuando después de dos días de trekking (sólo dos) nos enteramos de una noticia horrible. Se había estrellado una avioneta haciendo el mismo recorrido que el nuestro. Fallecieron 8 británicos, 5 chinos, más los pilotos, sherpas y azafata de vuelo. Una noticia que hizo que se apoderase de mi la sombra más oscura y fuerte que jamás había visto. Recuerdo tener que salirme fuera del restaurante donde estaba al enterarme de la noticia… (pensad que tenía que volver a bajar) y me encontré con un Sherpa caminando por mi lado que me ofreció agua. Le dije que estaba en shock por la muerte de esas personas y mirándome a los ojos me dijo: “Why?” (¿Por qué?). Claro, incrédula no pude decirle otra cosa que “porque pobrecitos, se han muerto”, Me miró fijamente a los ojos y me dijo “THE LIFE” y sin mediar ni una sola palabra más, continuó caminando. Mi cara al recibir aquellas palabras y observar la diferencia de perspectivas y de visión que tienen las personas de esos países y culturas… me hizo replantearme muchas cosas.
Mis miedos cambiaron a ganas de caminar por esos senderos impresionantes que tanto aprendizaje me ofrecían. Intenté, a pesar de mi mal de altura, llegar al campo base lo que resultó finalmente, por salud, imposible. Pero conocí a personas de otros lugares con sus historias y con sus vivencias. Aprendí de los locales que a pesar de no tener nada, te dan todo. Me cercioré de cómo un ser humano que viene de Londres, es capaz de dejarlo todo e irse a vivir a unas cuevas sin luz y sin agua en Tengboche para convertirse en Buda. Saboreé cada alimento como un regalo divino. Disfruté del paso de los Jacks, cuando lejos de querer abordarte, se apartaban e iban con cuidado por no lastimarte. Di más valor a lo que tenía en mi vida y puse atención a cómo pude llegar a abrazar a quien ni conocía, pero que en ese momento era un tesoro para mí.
Poco antes de finalizar mi experiencia de trekking: cansancio extremo, felicidad absoluta y enorme aprendizaje… nos quedamos atrapados en Lukla. La zona donde se cogía el avión de vuelta. Había niebla, lluvia y viento.. lo que dificultaba los aterrizajes y salidas de los aviones y por tanto, todo quedó paralizado.
De nuevo, mi respiración se agitó, se tambaleó y calló en picado. Mis continuos mensajes a la familia exponiendo el miedo que tenía, no ayudaba en absoluto a mi madre que procesaba la situación desde España. Una mañana, tras tres días atrapados allí y tras varias conversaciones con Juanito Oiarzabal y su familia, que expectantes quedaron como nosotros atrapados en esas tierras… la señora del Hostel se acercó a mi y me abrazó. Me ofreció una taza de café y le dije con lágrimas en los ojos, fruto del miedo que tenía, que se lo agradecía mucho pero no quería. La señora, con toda su bondad y unos ojos que hipnotizaban a cualquiera, me dijo sin pensárselo dos veces “IS FREE”. ¿Cómo pueden las cabezas pensantes ser tan sumamente diferentes y generosas? Esa señora lo único que deseaba es que mi rostro cambiase, que me sintiese arropada y acompañada con un café que ella me ofrecía de manera GRATUITA. Un gesto que jamás olvidaré y que de nuevo, me volvió a la realidad.
A que, a pesar del miedo que tanto nos puede visitar en ocasiones, hay miles y miles de razones por las que absorber el presente. Cualquier detalle, gesto o intención, puede cambiarte la visión de lo que estás viviendo. Si te centras en el miedo, el obstáculo es tan grande que te pierdes lo bonito que te ofrece el presente. Nos lo perdemos por predecir un futuro que a todos los ojos, es incierto.
Pocas horas después, nos comunicaron que volveríamos a Kathmandu en helicóptero ya que era el medio de transporte más seguro en esos casos. El miedo reapareció y un indio majisimo vino a recordarme lo mismo que os estoy contando ahora.
Recordar esta historia y volver a memorizar aquellos recuerdos, me traen fuerza cuando el miedo viene a visitarme. Espero que os pueda llegar a vuestros corazoncitos y también os aporte la profundidad que me aporta a mi.
El mantra que me grabo a fuego esta semana es:
“Si tengo miedo, lo hago con miedo” ;)
¿Cuántas veces viene el miedo a verte?
¿Cómo gestionas esta emoción que es tan sumamente puñetera y a la vez tan maestra?
¿Te has arrepentido de no hacer algo por tener miedo?
¿Para qué crees que tienes miedo?
¿Quisieras decirle algo al miedo? hazlo ahora que nadie te escucha ;)
Espero que estéis teniendo un feliz verano. Me despido hasta el 1 de Septiembre.
Marcho de vacaciones y no estaré por estos lugares de nuestras charlas zen hasta entonces.
¡Sed buenos/as!
Os abrazo fuerte.
Pd: Como estaremos fuera, os recuerdo que el podcast volverá a estar activo a partir del 1 de Septiembre con nuevos/as invitados/as que os van a encantar.
Suscríbete a Zenvibes Podcast para no perderte nada
Pd2: Si queréis comenzar a trabajar vuestros miedos, comenzar a crear cambios y potenciar todo lo que tentéis dentro… os recuerdo que podéis visitar mi plataforma donde tenemos curso, sesiones, meditaciones y talleres presenciales que pueden ser de vuestro interés;)
🤍🥰