Cuando era pequeña me acostaba en la cama por las noches imaginando cómo sería yo de mayor. Supongo que eso os habrá pasado a todas.
Me veía siempre cerca del mar, con una casita humilde en el que tenía un pequeño terreno con un vivero y una zona donde relajarme para pintar, escribir o leer. Ahora de adulta añadiría un espacio donde practicar Yoga y hacer algún que otro taller.
Caminaba por la playa del Albir hacia Altea con mis padres y me quedaba embobada mirando una casita que hay frente al mar de unos hippies, que por aquél entonces eran jóvenes y salían a la terraza a fumar sus “cigarrillos” - pensaba yo. Absorta en mis pensamientos, me imaginaba que un día sería yo la que estaría en esa terraza disfrutando de la luna por las noches y de la calma y el movimiento salvaje de las olas del mar.
A mis 17 años fui promotora en Aqualandia y de vez en cuando caminaba por esa zona para repartir los descuentos y propaganda del parque. Recuerdo pasar por delante de esa casa y decirles a mis compañeros lo mucho que me transmitía esa pareja. Con un sol azul en mitad de la terraza y unos asientos de ensueño, seguían ahí; trabajando, leyendo, fumando o simplemente hablando de sus cosas.
A día de hoy, esa casa se ve más viejita pero con una azotea creada al detalle para meditar o relajarse, con un budha en medio. Ellos, ya mayores, continúan en su hogar viendo la vida pasar a través de la calma del mar.
Os cuento esto, porque es curioso cómo de niñas imaginamos nuestra vida sin ningún tipo de miedo, obstáculo o reticencia. Creemos a ciencia cierta que seremos esto o aquello porque lo llevamos dentro. Hay una fuerza interna que nos mueve y nos zarandea asegurándonos el cómo somos y por qué somos así.
Yo sé que esto que llevo dentro lo llevo desde niña. Yo sabía que había una fuerza interna que no estaba mostrando al mundo. Cohibirla, retenerla o esconderla lo único que hizo fue no perseguir a aquella mujer adulta que quería su casa con vivero y una zona para escribir frente al mar. Y diréis, “bueno, pero esto se puede llevar a cabo” o “las cosas cambian y no todos los sueños se hacen realidad”. O sí.
Ahora, de adulta, veo a las personas que han puesto foco en su vida y que se han aventurado a hacer lo que realmente sabían y querían trabajando por sus propósitos y creyendo que un día lo conseguirían y han logrado grandes cosas por no obstaculizar lo que un día fueron y querían en edad adulta. Y veo, personas que se han avergonzado de sí mismas, que han perdido tiempo con parejas o con situaciones determinadas, que no se han permitido crecer y evolucionar con su plena esencia, que a día de hoy despiertan deseosas de volver a ser aquella niña soñadora que sabía bien lo que deseaba.
Nunca es tarde. Da igual la edad que tengas, la situación que tengas ahora, la manera en la que creas que debes moverte. Viaja a esa niña de 4 o 5 años, o de 10, 13 años. Pregúntale cómo decía que iba a ser de mayor. Pregúntale cómo veía el mundo a esa edad. Pregúntale si algo le frena o qué le diría a alguien si pretendiese frenarla.
Chicas, no sé si alguna vez tendré esa casa en frente del mar con mi terreno para escribir, leer, practicar yoga y cuidar de mis plantitas con mis vestidos anchos y mi pelo largo aunque sea blanco (estaréis invitadas), aunque yo manifiesto que conste. Pero lo que sí sé es que desde hace ya algunos años, me propuse ser yo misma y encontrar el camino que hiciese que caminase alineada con mis valores. Que uno de ellos siempre fue ayudar a los demás. Hoy diría acompañar a los demás.
Y yo te pregunto: ¿QUÉ ERES TÚ? ¿PARA QUÉ NACISTE TÚ?
Mantra que me grabo a fuego esta semana es:
“No olvido mi misión de vida: ser yo misma y acompañar a los demás”
Si le preguntases a esa niña pequeña, ¿qué crees que te diría?
¿Has hecho algo de lo que decías cuando tenías esa edad?
¿Has logrado cumplir alguno de tus sueños? ¡cuéntamelo!
¿Estás en el punto que deseas ahora mismo?
¿Qué crees que es lo que te falta? ¿y lo que te sobra?
Así que, en este momento, alineada con mis valores me he metido de lleno en un proyecto que aún no puedo contaros pero que me hace muy feliz. Es algo que, si miro a los ojos a ese yo de niña, me abrazaría fuerte y me diría “buah! estás en el camino”.
Pero para ello he tenido que renunciar a uno de los centros donde estaba trabajando de profesora de Yoga. Una sensación agridulce pero con las ideas claras de que a veces hay que tomar este tipo de decisiones para llevar a cabo aquello por lo que sabes que has venido. Aquello por lo que realmente te estás moviendo. Y no hay nada más poderoso e increíble, que ir caminando alineada con lo que realmente ERES.
No es fácil y hay que renunciar a cosas para poder disfrutar de otras. Tomar decisiones y hacer determinados cambios, por mucho que nos duela a veces, ES NECESARIO.
Y eso precisamente es lo que hizo Toni Sánchez, especialista en Cuencos Tibetanos. Tras una enorme crisis existencial de 3 años sumidos en una depresión fuerte, el sonido y la vibración de los cuencos movió algo dentro de él. Tanto fue lo que le movió, que a día de hoy se dedica a hacer grandes eventos por España acompañando a otras personas a descubrir el poder de esos instrumentos que son tan profundos y potentes.
Un podcast muy revelador y muy realista que te hace descubrir algo que seguramente no sabías.
Espero que os guste tanto como me gustó a mi.
Os abrazo fuerte.
PD: SESIONES 1-1 si quieres empezar a tomar decisiones desde YA. Te acompaño desde el amor y de la mano:
🫶🏼