Situaciones incómodas - Grandes aprendizajes
Desde que llegué de las vacaciones he mirado la manera más óptima de poder seguir encontrando ese centro que había perdido y que os comenté en el email anterior.
No ha sido fácil ya que una vez lo pierdes, es muy complicado volver a encontrarlo y estabilizarlo de nuevo. Pero como os dije, no es imposible.
Mantener la mente firme de que el trabajo es sólo trabajo, de que la familia es importante, de que sentirte a gusto en casa es un placer, que el ocio con las personas que quieres es necesario y que cuidarse en todos los niveles personales es una obligación, es algo que hay que llevar a cabo sí o sí. Y ahora es cuando pensaréis… si es una obligación no es sano. Sí y no.
Quiero decir con esto que no es posible que sea insano el ir a la peluquería, a un Spa, a hacerte las uñas, a una Nutricionista que te asesore tu alimentación, al Gimnasio que sabes que es algo bueno para ti o ir a terapia para mantener en equilibrio tu vida o sanar heridas que tienes tan arraigadas… todo eso no puede ser que no sea sano. Es necesario y debemos llevarlo a cabo.
En un story de ayer os decía lo importante que es poder mantener ser tu misma en tu entorno o con personas con las que suelas tener relación sea por trabajo u otras circunstancias. El poder hablar de cositas que te nutran, que sientas, que pienses, que quieras o que necesites… y que la persona que tienes en frente no te mire con cara de “menudo bicho raro”. Que no te haga comentarios fuera de lugar sobre lo que haces o te califique de una forma u otra aunque eso sea “en broma”. Que esto último ya me lo conozco y toca bastante la moral.
Como os digo.. es importante conocerse para llegar a estabilizar todo lo que tienes a tu alrededor y es importante sobre todo saber qué es aquello que NO tienes estabilizado para poner cartas en el asunto.
Estos últimos emails os he estado comentando alguna que otra experiencia mía que os hace conocer sobre mi vida años atrás. Y es precisamente eso lo que me lleva a pensar en cómo estoy ahora. Os diré que me da mucha nostalgia cuando pienso en lo aventurera que era antes, lo viajera y las muchas ganas que tenía de “cambiar el mundo” y cómo ahora estoy de una forma más lineal.. más con “los pies en la tierra”y eso es precioso y positivo pero también me hace un clic en la cabeza sobre “cuál quiero que sea mi siguiente aventura”. En esta ocasión triplemente especial teniendo a mis dos varones de la casa a mi lado, bueno, tres (mi gato Kevin McCallister también cuenta) :P
Luego, cuando medito sobre cómo he llevado cada una de las experiencias, también os he de reconocer que me da pereza pasar por lo negativo de ellas. Os contaré una que me condujo a quedarme sin energía: INGLATERRA.
Un año atrás de esta experiencia había estado viviendo en Malta, un país peculiar y pequeño, que a pesar de las adversidades fue una de las mejores experiencias de mi vida. Había sido tan buena que tenía ganas de volver a vivir algo así. Así que mi ex pareja y yo decidimos que Londres podría ser un bonito lugar para hacerlo.
Esta ciudad te come, merienda, desayuna, almuerza y devora a lo grande si no tienes un trabajo en condiciones y si no tienes la mente súper trabajada para no entrar en un bucle de estrés y acción constante. El ritmo en esta gran ciudad es frenético y los salarios en lugares como hostelería o tiendas, son bastante precarios. Una locura. Los alquileres son desmesurados y hay bastantes tejemanejes para que pagues un dineral compartiendo con 10 personas más una casa que ni siquiera tiene salón.
Igualmente, decidimos irnos a la aventura con lo ahorrado y con muchas ganas de volver a pasar por todo eso que te enseña y acompaña en un viaje en el que lo más importante es empaparte de todo aquello que te ofrezca para crecer lo máximo posible.
Encontramos trabajo en seguida. Estuve en pleno OXFORD CIRCUS trabajando nueve horas diarias (vale, una era para comer) en una reconocida tienda de corsetería donde ganaba tan sólo 900 libras y aún se preguntaban por qué nos quejábamos. Mis compañeras eran geniales y la mayoría extranjeras lo que me venía súper bien para aprender el idioma pero adelgacé como 6 kilos en dos meses y llegaba a casa sin aliento y deseando pillar la cama. Fue agotador. Mi casa estaba repleto de chicos que trabajaban en Abercrombie, que para quienes no sepáis lo que es, es una tienda de moda estadounidense que contrata dependientes/as guapisimos/as para poder dar una imagen determinada a su marca. Eran como modelos. Así que imaginad cuál era mi desesperación cuando tenía que utilizar el aseo (que sólo había uno) y tenía que esperar más de una hora para que la persona que estaba dentro terminase de acicalarse. Era para armarse de paciencia. Por no mencionar las 200.000 fiestas que hacían cada noche y que dejaba poco espacio para conciliar el sueño y recuperarme del cansancio generado del día anterior.
A los meses de estar allí por el trabajo de mi pareja de entonces, tuvimos que mudarnos a Stevenage, la “MISSING TOWN” como la llamábamos. Se encuentra a unos 20 minutos de Londres en tren. Y eso fue un detonante para cuestionarme todo lo que estaba haciendo en ese momento en mi vida. Nunca estuve tan sola, tan triste y tan apagada como allí. No tenía a nadie con quien hablar. Conseguimos un pisito muy cuco sin muebles en una acogedora urbanización. Tan sólo pusimos un colchón grande y barato que me destrozó la espalda, una mini mesa para el ordenador y unos raíles para colgar la ropa. Era más un cobijo que una casa. Tardaron en ponernos internet y no tenía manera de desplazarme. Me compré una bici que me costó 30 libras y que a las dos semanas ya estaba rota. Busqué empleo en todas las tiendas y restaurantes de allí sin éxito alguno. Mis días transcurrían andando hacia el centro del pueblo, mirando ropa que no podía permitirme comprar en sus bonitas calles, tomando café leyendo un libro de la biblioteca y aprovechando una horita que me daban de tiempo para utilizar el ordenador y empaparme de lo que estaba ocurriendo en España.
Sí, me sentí triste, sola y apagada… pero entonces, resurgí de ese estado. Comencé a valorar el despertarme por la mañana y ver nevar desde mi pequeño cobijo. Comencé a a acariciar mis paseos por esas preciosas calles observando a los niños correr felices hacia el parque. Me encantaba mirar las luces navideñas o mis conversaciones con mi vecina de 70 años que más de un café me tomé con ella y aprendí algo más sobre la vida. Mis horas sola y mi disco duro con películas guardadas como un tesoro por mis ex compis de piso en Londres, me supieron a gloria y me hizo valorar lo guay que eran mis compañeras de Oxford Circus y lo mucho que las echaba en falta, así que eso hizo que cogiese el teléfono y les pidiese volver a pesar de pagar más por el transporte que por mi piso de allí. Eso fue el ultimátum a mi persona. Me volví loca con el bus, el tren y el metro para llegar a mi destino, trabajar nueve horas y volver a coger un metro, un tren y un bus para llegar a casa. Si en Londres estaba agotada, en Stevenage estaba derrotada.
Puse fin a mi experiencia allí después de un año. No podía más. No quería más. Necesitaba volver a mi país, hablar en mi idioma, llorar con mi gente, hacerme nuevos amigos y que me resultase fácil hacérmelos. No volver a correr a todos los lados para que me diese tiempo a respirar, no volver a tener un ritmo tan frenético y agotador como me proporcionaba la gran ciudad británica. Así que, decidí volverme a España y probar suerte en Madrid. Donde…. VOLVÍ AL ESTRÉS Y AL RITMO FRENÉTICO Pero esto os lo cuento en otra charla Zen.
Nunca os rindáis. No penséis que tenéis demasiada edad o sois demasiado jóvenes. Quedaros con lo bueno que os puede ir ofreciendo cada experiencia. Marcad los límites que sean necesarios y que tantos cambios y crecimiento os van a proporcionar. Llorad y reid a partes iguales. Y sobre todo, abrazad a vuestro lado más vulnerable porque eso será clave para que el día de mañana lo miréis con una sonrisa y ternura y no desde el odio y el resquemor que puede generar una experiencia así.
Mantra que me grabo a fuego esta semana:
“He aprendido mucho de mis experiencias de vida. Soy fuerte, valiente y versátil.”
¿Qué experiencia negativa la has convertido en positiva?
¿Te sueles quedar con lo bueno y bonito de cada experiencia o huyes de pensarla y de volver a mirarla a los ojos?
¿Qué adjetivos utilizas para calificarte?
¿Con qué ojos te miras?
¿Piensas que es importante cultivar y crear tu entorno a tu manera?
Cuando hablo de estas experiencias, pienso en cómo las vivía e inevitablemente, con quién las vivía.
Os diré que cada elección que tomamos en nuestra vida, como por ejemplo nuestro compañero de vida, es de lo más importante de todo.
En mi caso, el que elegí en su momento, no es el de hoy. Y no pasa nada, porque aunque ahora no haya algo bonito entre nosotros, sí lo hubo en su día. Compartir esas vivencias con alguien que quieres y apoyarte en momentos tan difíciles o duros como se hacía estando allí sola, hace que guardes al final algo hermoso que siempre quedará en el recuerdo.
Tendemos a demonizar nuestras relaciones de pareja y nos olvidamos que también tuvieron su parte bonita, y que de todo eso se aprende y también somos como somos gracias a esos grandes aprendizajes que te aportan tus relaciones.
Y eso es precisamente de lo que hablo con nuestro último invitado al podcast.
Xavi Roura es Astrólogo especializado en RELACIONES y nos habla de la compatibilidad, la manera de ser y cómo resulta nuestro carácter y actitud frente a las relaciones según los signos.
Pero yo prefiero que lo veáis por vosotras mismas porque de verdad, que la manera de contarlo, la forma de expresarse y lo muchísimo que sabe sobre este tema, te envuelve en no querer dejar de escucharle y además te echas unas risas, porque si algo no le falta a Xavi, es el sentido del humor.
¡Disfrutadlo!
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Nos vemos en Zenvibes Studio
Os abrazo fuerte.